Ceremonia de investiduras
HOMILÍA MISA INFANZONES DEL CID
Estimado hermano sacerdote, D. Pedro, muy ilustres damas y caballeros miembros de la hermandad de hijosdalgo de Río Ubierna e Infanzones de Vivar del Cid, amigos, queridos todos. Un año más nos convoca el capítulo anual de esta hermandad, en esta ocasión en el Real Monasterio de San Pedro de Cardeña, cuyas piedras milenarias han visto pasar delante suyo muchos acontecimientos de la historia más reciente y más lejana: destierros, devastaciones, martirios, muertes, desamortizaciones, abandono, presidios, y muchas historias de santidad callada y de fidelidad a Dios heroicamente llevada en el contexto de la vida cotidiana del quehacer monacal. Más de 1100 años de historia nos contemplan, por aquí comenzó su historia Castilla y también el idioma castellano. Garci Fernández, el segundo conde de Castilla, enterrado hoy día en la capilla del Cid junto a su mujer, la condesa Ava, “restaurador de Cardeña” después de su destrucción por parte de las hordas almorávides, llamaba a esta abadía “Cara maximaeque digna la más querida y la más ilustre” y de ahí tomó posteriormente el nombre Caradigna en latín, Cardeña en castellano.
Esta hermandad que componemos se define como católica y por eso estamos celebrando esta eucaristía. Junto al altar del Señor y en su presencia, hacemos hoy o renovamos nuestros compromisos, que nos son otros que los de ser buenos ciudadanos y buenos cristianos. Así decía San Juan Bosco que debían educar a los niños sus religiosos. Seamos buenos ciudadanos y buenos cristianos. En una época donde los valores, incluso humanos, a veces brillan por su ausencia, esforcémonos nosotros por ser un modelo, dentro de los límites de la flaqueza humana. Seamos portadores de virtudes, y así allí donde vivamos, con nuestra familia, en nuestro trabajo, con nuestras amistades y círculo social, llevemos la luz del evangelio. Para hacer esto, invariablemente, tendremos que soportar muchas contradicciones y a veces ser tomados por tontos porque no queremos ser corruptos, o aprovecharnos del cargo o mentir para conseguir nuestros objetivos, o desear que nos sirvan, etc… Pero recordemos siempre que somos discípulos de aquél que cargó con una cruz que no le correspondía por ser el Cordero Inmaculado y Santo de Dios, Jesucristo Nuestro Señor. Y también admiramos la figura de aquel otro, D. Rodrigo Díaz que sufrió en sus propias carnes la incomprensión, la envidia y la malquerencia. No nos extrañemos pues cuando nos llegue a nosotros también todo esto y seamos constantes hasta el fin en el camino de las virtudes evangélicas porque solo la perseverancia nos lleva a alcanzar grandes metas.
Hermanos, si nuestra fidelidad se puede tambalear con cualquier viento que aparece en el horizonte, la fidelidad de Dios dura de generación en generación… ”Mil años en tu presencia son un ayer que pasó, una vela nocturna” dice el Salmo. Cardeña es sinónimo de más de mil años de fidelidad divina y de debilidad humana que a fuerza de amor de Dios ha sido capaz de levantar más que este edificio de piedra tan hermoso la casa de la santidad que no es otra cosa que la gracia actuando en el ser humano abierto a Dios. Entre estas mismas piedras han vivido y se han santificado más de doscientos monjes que hoy día están canonizados: Los Doscientos Mártires de Cardeña en el siglo X y San Sisebuto, contemporáneo y amigo del Cid y de su familia, que rigió con gran tino tanto en lo material como en lo espiritual por más de 30 años los destinos de esta abadía en el siglo XI.
Las lecturas que se han proclamado en la misa de hoy nos sirven para dar sentido al acto que estamos celebrando. Siempre la Palabra de Dios ilumina nuestras vidas. En la primera lectura se nos presentaba a Elías profeta que, por consejo de Dios, tomó como discípulo a Eliseo. Y para ello, nos decía la sagrada Escritura, echó su manto por encima de él. Hoy también varios novicios van a ser vestidos con el manto de la Hermandad y todos los demás hermanos están ya manteados, o la mantilla en el caso de las damas. El manto, en la Biblia, es figura, imagen, símbolo de la vida. El manto compartido de Elías significa la vida y la misión compartida con Eliseo. El manto de Jesucristo, del que nos dice el evangelista Juan que se despojó para lavar los pies a los discípulos el día de la Última Cena, es símbolo de su entrega en la cruz por todos los hombres. Así, llevar el manto para nosotros – o la mantilla en el caso de las damas- significa también ser discípulos en primer lugar de Jesucristo, nuestro Salvador, pero también de quien admiramos, D. Rodrigo Díaz.
Y en la lectura evangélica nos recordaba Jesucristo que el cristiano debe ser hombre de palabra. Para los seguidores de Cristo la regla es la sinceridad. La falta de sinceridad, muchas veces, nace de la ambición. Nuestro sí o nuestro no sea sincero, nuestras relaciones partan de la verdad y vayan encaminadas a la verdad. La verdad que no es una piedra que podamos arrojar a la cabeza de nadie, porque la verdad suprema, en cristiano, siempre es el amor. Por eso, la verdad puede cuestionar, incomodar, pero no hiere porque nace del amor y de la pasión por el bien. Seamos pues hombres y mujeres que vivimos en la verdad del amor.
2 – Cardeña, lo sabemos, es sobre todo famosa por la relación que tuvo el Cid y su familia con este monasterio y por que fue este su lugar de enterramiento durante muchos siglos hasta que la incuria de los tiempos y el abandono forzado del monasterio hicieron desaconsejable que permanecieran aquí por más espacio.
El Cantar de Mío Cid nos presenta a nuestro caballero como una persona religiosa a carta cabal. Espontáneamente, el autor, pone en boca de D. Rodrigo Díaz el recurso a Dios y a Santa María, la devoción a Santiago y a San Isidoro de León, la facilidad con la que hace ofrendas de misas y sus oraciones llenas de multitud de textos de la Sagrada Escritura.
Y en la hora suprema, en la prueba del destierro por parte del rey a quien servía, nos da una lección de religiosidad, porque el Cid, además de ser excelente capitán, es fervoroso cristiano; no ignora que del cielo ha de venirle la protección que en aquella hora necesitaba, la fortaleza para hacer frente a tantas dificultades y peligros como iba a encontrar en el camino. Por eso, después de encomendarse a las oraciones de los monjes, participa en la misa solemne que la Comunidad celebra en honor de la Santísima Trinidad.
Así nos dice el Cantar:
“En San Pedro a matines, tandrá el buen abbat; la missa nos dirá, de Santa Trinidad” (v. 318);
“la oración fecha, la missa acabada la han; salieron de la iglesia, ya quieren cabalgar” (v. 366).
3 – Queridos hermanos, muchos ejemplos tenemos de virtud. Aunque el mal hace mucho ruido, siempre el bien ha triunfado. En estos tiempos de crisis moral y de valores, seamos dignos hijos de quienes nos precedieron y que no pasaron en su vida por menos sinsabores que nosotros. Hagámonos adalides de los valores cristianos que son, en definitiva, en los que se asienta esta Europa nuestra y nuestra propia personalidad y cultura. Cristo ayer y hoy y siempre es y será el centro de todo.